martes, 28 de diciembre de 2010

Peligro: paso de animales en libertad

Ayer en la Morcuera

Camping de playa abandonado



Situado junto a la playa de Oliva Nova (Alicante) y con acceso directo desde ésta, el cierre del camping "El Rancho" no se comprende si no es por la brutal competencia de una zona en la que los campings de playa han proliferado como setas.


Resulta muy agradable pasear en bicicleta por sus calles, ahora cubiertas por la vegetación, descubriendo lo que antaño debiera ser un restaurante, el economato, varios núcleos de aseo, lavaderos y una cabaña de madera que debió servir de recepción. Por los papeles que allí encontré tirados en el suelo y por las webs especializadas que aún muestran sus tarifas, el camping debió de estar en funcionamiento hasta hace muy poco tiempo.











domingo, 26 de diciembre de 2010

La ascensión al Montgó



Ya me quedé con las ganas el año pasado, cuando pasamos la primera quincena de septiembre en Oliva. Este año volvimos a ir, esta vez en julio, y lo tenía bien claro: una mañana me pegaría el madrugón, dejaría durmiendo a Héctor y a Diana y me acercaría con el coche hasta las faldas del Montgó para comenzar a pie su ascensión hasta la cima. Estaba convencido de que las vistas desde aquel promontorio de 752 metros, que cada día había fotografiado desde la playa, tenían que ser espectaculares.


Y así fue que una mañana me puse el despertador a las 5 am, con la intención de ver aparecer el sol por detrás del Mediterráneo desde la cima del Montgó.


Sí, quizás sea de esa clase de personas que les jode mogollón madrugar para ir a trabajar pero que, cuando están de vacaciones, el sonido del despertador les parece la mejor de las melodías porque anuncia el comienzo de una jornada en la que a buen seguro que no será rutinaria. La verdad es que esto me pasa desde que tengo uso de razón, ya que, cuando me pego estos madrugones vacacionales, al levantarme tengo la misma sensación que cuando de niño, en el pueblo, me despertaba mi abuelo antes de que saliera el sol para ir a caminar por el campo. Mientras me restregaba las legañas y sacaba los pinreles de la cama, sabía que aquel día me esperaban situaciones muy emocionantes y lo cierto es que en aquellos días hasta la leche del desayuno sabía diferente. Esto hoy todavía me sigue pasando.

Así pues, me puse el despertador a las cinco, hice café y me tomé uno bien cargado -ni que decir tiene que, con la emoción de la excursión, a pesar de que me acosté temprano, no conseguí dormirme hasta las dos o las tres de la madrugada-. Después de meter en la mochila algo de jamón, queso, pan y agua, me puse en marcha.

No tenía claro desde donde comenzar la ascensión, por lo que primeramente me acerqué hasta el Montgó y una vez allí, todavía con el coche, traté de rodearlo con el fin de encontrar algún lugar señalizado que fuese el punto de partida más directo para subir caminando hasta la cima. Aún era de noche y se veía muy poco, pero por el noroeste del macizo llegué hasta un punto donde una cadena impedía el paso de los vehículos y donde había carteles informativos de las diferentes sendas.


650 metros de desnivel en tan sólo 6,5 kilómetros. Dificultad: alta. La excursión prometía ser dura.



El primer tramo del camino, unos 4 kilómetros, se realiza a través de una pista semiasfaltada y sorprendentemente llana, que va bordeando el macizo, conocida como el Camino de las Colonias. Desde este camino se nos abre una panorámica excepcional del litoral mediterráneo, flanqueado al norte por la sierra de Cullera, y mucho más cerca Denia, con su castillo y su puerto, desde el que veo partir los primeros barcos de la mañana hacia las Baleares.


A lo largo de este camino encuentro pequeñas edificaciones rurales en ruinas, alguna cueva asaltada por los grafiteros, espectaculares aterrazamientos y áreas de protección de la vegetación autóctona...




Tras 4 kilómetros, cerca de una hora y media caminando y sin haber ascendido a penas un metro, me encuentro en la cara oriental del Montgó, donde éste se prolonga hasta el Cabo de San Antonio. Aquí resulta haber un centro de visitantes que cuenta con una sala de exposiciones y una zona de aparcamiento en el que ya hay varios autobuses. Desde aquí una estrecha senda sube (¡por fin!) zigzagueando entre arbustos y monte bajo en dirección a la cima durante algo más de 2 kilómetros, hasta desaparecer en la cara sur del Montgó a unos 500 metros de distancia de la cima.


Una vez en la cara sur, el último tramo para llegar a la cima debe hacerse a lo cabra: saltando de roca en roca y gateando, para evitar caerse, la mayor parte del tiempo.




Las vistas desde este punto a 600 metros prácticamente verticales sobre el nivel del mar y hasta llegar a la cima son con toda seguridad las más espectaculares que hasta el momento he visto en mis salidas a la montaña. Desde aquí se divisa toda Jávea, desde el Cabo de San Antonio hasta el Cabo de la Nao, y mucho más allá, hacia el sur, a unos 25 kilómetros en línea recta puede verse con toda claridad el Peñón de Ifach y las torres hoteleras de Calpe.




lunes, 20 de diciembre de 2010

Atocha - Joaquín Sorolla en poco más de hora y media


Hoy he tenido la fortuna de poder viajar a Valencia en AVE, en el primer día laborable de su historia. Tenía que tomar el tercer tren de la mañana, el de las 8:40, que, como no podía ser de otra manera, no ha salido hasta las 9:05. Por lo demás todo correcto: el tren ha llegado a su destino una hora y treinta y ocho minutos después y debido al retraso tengo derecho a la devolución del cincuenta por ciento del billete.


La llegada a Valencia en AVE se hace por la estación Joaquín Sorolla, a penas a quinientos metros de la antigua Estación del Norte, en el corazón de la ciudad. La nueva estación es ante todo un edificio moderno y funcional, pero con muy pocas pretensiones estéticas o arquitectónicas. Desde luego, en eso sí que se ha perdido: la llegada a Valencia por la casi centenaria Estación del Norte era, cuanto menos, mucho más nostálgica para el viajero...


Por la tarde tocaba regresar a Madrid en el tren de las 16:10. El viaje de vuelta ha transcurrido sin incidentes. A las 17:40 el tren hacía su entrada en la estación de Atocha, tras cubrir los 391 Km que separan las dos ciudades, con una velocidad media de 260 Km/h y una velocidad punta de 302 Km/h.


Es increíble pensar que en tan sólo hora y media puedas pasar de estar en pleno centro de Valencia a estar en el casco histórico de Madrid.


viernes, 17 de diciembre de 2010

Ruta de los Miradores de Jávea


Entre el Cabo de San Antonio, el Cabo de la Nao y el Parque Forestal de la Granadella, a lo largo de toda la costa de la población alicantina de Jávea, se encuentran repartidos quince observatorios del Mar Mediterráneo que componen la conocida como Ruta de los Miradores de Jávea.


La ruta comienza en las inmediaciones del Cabo de San Antonio, resultado de la prolongación oriental del macizo del Montgó hasta el mar. Desde mediados del siglo XIII fue elegido por los eremitas para llevar una vida dedicada al recogimiento y a la oración, teniendo como ejemplo la vida del patriarca San Antonio. Durante el siglo XVI hubo de levantarse en el lugar una torre de vigilancia, debido a la necesidad de proteger el litoral de las incursiones que, tan a menudo, realizaban los piratas berberiscos. Esta torre finalmente fue derruida en 1894 durante las obras del actual faro.


Muy cerca de allí, en el lugar conocido como la Plana, se hallan los restos de varios molinos de viento construidos entre los siglos XIV y XVIII para la molienda del trigo y otros cereales.

Más al sur, en el centro de la bahía de Jávea, se haya Punta del Arenal, donde aún hoy quedan varios vestigios del asentamiento romano que hubo en la zona a partir del siglo III a. C. Allí todavía pueden verse varios depósitos excavados en la roca, conocidos como "Los baños de la reina", en los que se depositaban las vísceras del pescado con abundante sal para que, tras su fermentación al sol, produjeran el apreciado "garum", una deliciosa salsa (dicen que afrodisíaca) que gustaban de consumir las capas altas de la sociedad romana.

Parte de estas ruinas se adentran en la finca conocida como San Rafael, propiedad de los herederos del ministro franquista  Mariano Navarro Rubio y que en la actualidad está tratando de adquirir el ayuntamiento de Jávea.


Cerca de allí, el litoral se vuelve áspero y rocoso. La fosilización de las dunas ha dado lugar a una roca conocida como "tosca" y que, ya en tiempos romanos, fue muy utilizada por su ductilidad para la elaboración de capiteles y otros elementos decorativos.


Excavado en la roca hayamos la "Sequia de la Noria", un gran canal que comunicaba el mar con unas antiguas salinas dedicadas a la producción de la sal necesaria para la obtención del mencionado "garum".


Hacia el sur la costa comienza a elevarse y se cierra formando el Cabo Prim, en las inmediaciones del Cabo de la Nao. Acantilados de hasta 150 metros coronados por bosques de pinos y lujosas mansiones son interrumpidos por barrancos que drenan la zona dando lugar a pequeñas calas de cantos rodados y aguas cristalinas, como la Cala del Francés y la Cala Sardinera




Desde el mirador de L'Illa puede verse parte de la Bahía del Portitxol. La presencia de L'Illa y el pequeño islote que la acompaña cautivan la vista del visitante. Es imposible apartar la mirada del escenario que representa esta barcaza encallada de 300 m. de longitud y 75 m. de altura, situada a escasos metros de la costa y frente a la Cala de la Barraca, antiguo fondeadero natural que dio abrigo a fenicios, griegos y romanos. Los hallazgos subacuáticos de numerosas ánforas así lo atestiguan. Este tramo de costa es un lugar privilegiado para los amantes del buceo.


Un poco más adelante se encuentra el Cabo de la Nao, coronado por su faro. Este cabo es el punto de la península más cercano a las Islas Baleares. Al Cabo de la Nao y a Ibiza tan sólo les separan 90 kilómetros y hay quien dice que, en los días más claros, desde el Cabo puede verse la costa ibicenca. Lo cierto es que en este lugar todo recuerda al archipiélago balear: la geología, el relieve, la vegetación, el clima...


Tras sobrepasar el Cabo de la Nao encontramos las que son probablemente las mejores vistas de todo el recorrido. Sobre la cala nudista de Ambolo, podemos disfrutar del panorama que nos ofrece el Cabo de la Nao, la alargada playa de cantos blancos y la pequeña silueta de la isla de Ambolo, donde a mediados del siglo XVI se levantara una atalaya fortificada, hoy inexistente.


Llegando al final del recorrido encontramos el Morro del Castell, que conserva sobre sus rocas los restos de una fortaleza construida en 1739 para defender la Cala Granadella de las incursiones de piratas norteafricanos. Esta cala cristalina y amigable es la mejor culminación para un recorrido relajante por el litoral de Jávea, donde después de un chapuzón podemos aprovechar para reponer fuerzas con una paellita o unos bocadillos de calamares en la terraza del restaurante Sur.


Fuente: Paneles informativos en ruta.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Lennon GIGANTE

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